La doble vara de la muerte digna: PAMI y los adultos mayores.

¿Cuántas veces hemos escuchado en el último tiempo que la sociedad se debe el debate de la muerte digna? Yo diría que unas cuantas.

Nuestro país necesita hablar de la muerte digna y de la eutanasia, pero es algo que muchos senadores, diputados, legisladores y otras yerbas no están interesados en hacer. ¿Cuál es el tabú? Hablar de la muerte, por supuesto.

La muerte es un tema que se evita. Todos sabemos que va a llegar. Es más, tenemos en claro que la muerte es parte de la vida y que las dos coexisten en armonía, solo que nosotros, los humanos, no estamos dispuestos a alzar la voz.

Pero hay algo muy extraño en todo esto: por un lado, el Estado no se da la oportunidad de una discusión y por el otro, tiene un ente llamado PAMI, que (no) muy disimuladamente es un camino seguro a la muerte (no digna) de los adultos mayores.

El Programa de Atención Médica Integral (PAMI) es un organismo manejado por el estado. Es una “obra social” de los pobres y adultos mayores que la sociedad financia. La idea es increíblemente buena: aportar toda una vida para que, en nuestros últimos años, en el momento de jubilarnos, podamos gozar del beneficio de tener atenciones médicas, clínicas y ayuda para la salud. Como dije antes, la idea es muy buena, pero en realidad, el PAMI es una “corporación” corrupta que no ayuda, que no brinda soluciones y que entorpece el bienestar. Es como si (no tan) secretamente desearan acabar con aquellas personas que ya no aportan al sistema.

La mayoría de nosotros sabe que las clínicas que maneja PAMI o las que están subsidiadas por ellos son llamadas “camino al cielo”. Los adultos mayores entran, pero nunca salen. O, en ciertas ocasiones, salen peor de lo que entraron. Lo mismo sucede con los geriátricos y residencias de PAMI. Son bastos y conocidos los ejemplos de estos lugares donde se sabe y se tiene conocimiento del maltrato o destrato que tienen las personas viejas. Escaras que aparecen, golpes, suciedad, no higiene y podría continuar.

En pandemia el PAMI hizo agua por todos lados. A los viejos les cambiaban todos los días las reglas. Los mandaban a mandar documentación por mail, a usar smartphones, a llamar por teléfono, les mandaban las recetas vía mail. ¿Cómo se todo esto? Porque mi madre fue y aún es parte de este sistema asqueroso que da turnos para, literalmente, seis u ocho meses.

Mi vieja en enero del 2022 empezó con problemas de memoria y aparecieron lagunas. Decidí que era momento de consultar con un especialista para evitar que la cosa se desmadre. En febrero del 2022 le daban turno para julio/agosto del 2022. Decidimos que no podíamos esperar siete u ocho meses, ya que es primordial agarrar estas cosas a tiempo. En marzo del 2022 conseguimos turno para el neurología en el Hospital Zubizarreta de Devoto para ese mismo marzo. Allí empezó con las visitas al neurólogo, los tests, los estudios, etc. La atención fue buena. Se le cancelaron algunas veces los turnos, pero pudimos conseguirlos nuevamente. Nunca pudimos concurrir a médicos de PAMI para estos tratamientos.

En mayo del 2022 mi vieja tiene un pico de presión. La llevé corriendo al Hospital Thompson de la localidad de San Martín. La atención fue muy buena y fue muy cuidada (a excepción de la recepcionista del hospital que a los gritos le dijo que estaba ocupando una cama siendo de PAMI).

El médico que la atendió le pidió una derivación a un médico cardiólogo para tratar su presión. PAMI daba turnos para octubre 2022.

Encontré un cardiólogo privado y de mi bolsillo pagué los honorarios. No estaba dispuesta a dejar la salud de mi madre en manos de un organismo que estaba haciendo todo lo posible para que se muera. Poco sabía yo que íbamos a terminar presos del sistema de y la mierda que pregona.

Dos meses después, el 19 de julio del 2022, mi vieja comienza con claros síntomas de ACV.

A las 16 horas llamamos a una ambulancia de PAMI que llegó muy rápidamente. La médica dijo que el estado de confusión de mi mamá era por tener fiebre (algo que jamás se pudo comprobar). Le tomó la presión y nuevamente estaba en 20. Se le dio la medicación y la médica dijo que, si a las 21 horas seguía con el mismo cuadro, llamemos nuevamente (no es por ser mal pensada, pero tengo la leve sospecha que el turno de la médica terminaba a las 20.30).

A las 21 hs el cuadro de mi mamá había empeorado. El estado de confusión era total, se le sumaba un estado de agresividad, sueño y afasia en el lenguaje.

Llamamos nuevamente a la ambulancia del PAMI. El médico dijo “pobre, ¿no ves que tu mamá esta cansada? Déjenla dormir”. Mi hermano y yo insistimos para que la lleven a un centro médico. Lo que estaba pasando no era normal. El médico se negaba aduciendo que “si la llevaban, la iban a tener que atar y nosotros íbamos a sufrir”. Las negaciones de llevarla como paciente siguieron. Finalmente, mi hermano y yo ganamos la pulseada. A regañadientes el médico instó a mi hermano y al camillero para que subieran a mi mamá a la camilla porque él “no iba a tocar a la paciente”.

Al llegar a la clínica La Merced, la médica de guardia, después de mirar el estado de mi vieja, dictó “que seguramente es una infección urinaria” y me culpó a mi por dejar que mi mamá viva sola y que el estado de ella iba sobre mi conciencia.

A las 3 de la mañana se dignaron a hacerle una tomografía: ACV HEMORRAGICO INTRAPARENQUIMATOSO DERECHO.

Estuvo internada en terapia intensiva por diez días. Cuatro de ellos los pasó con fiebre producto de una neumonía bilateral intrahospitalaria que se olvidaron de mencionar.

La clínica le quiere dar el alta. Nosotros no estamos entrenados para cambiar zondas nasogástricas. Se niegan a mandar kinesiólogos a menos que sean en “sus instituciones”.

PAMI es esa rama del estado que trata por todos los medios de matar a los pacientes que ya no aportan.

PAMI es ese ente que le dice a las clínicas que ya no puede haber internación en el sanatorio, pero que tardan seis meses en darle un geriátrico a una persona. Entonces ¿qué se hace en el mientras tanto?

PAMI es un organismo estatal encargado, no de brindarle una muerte digna a aquellos que lo piden, es el encargado de matar viejos para que el ESTADO no los tenga que mantener.

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