Una vez me enamoré.
Conocí a alguien me sacó una carcajada. Escuchamos música. Fuimos al cine. Caminamos por un río y fuimos amigos.
Una vez me enamoré.
Fuimos a un recital. Me saqué los anteojos y lo miré. Me quedé mirándolo por horas. Por días. Por momentos.
Una vez me enamoré.
En un bar de madrugada nos besamos y no lo podíamos creer.
Una vez me enamoré.
Pasaron los meses y fuimos mutando y nos enamoramos y nos deseamos y nos miramos.
Una vez me desenamoré.
Fue una palabra, una frase y boom, no estaba más.
Mucho tiempo me quedé ahí, tratando de entender porque ya no ansiaba más. Porque no existía deseo, porque no existía anhelo de sentir.
Una vez me desenamoré.
Me culpé a mí misma, diciendo que era una etapa, un momento, algo pasajero.
Una vez me desenamoré.
Pensé que estaba rota, que había llegado fallada a esta persona, que lo normal era que no se termine.
Pensé que el amor había mutado a una vida sin tacto. Creí que lo normal era la ausencia de fantasía y quedarse así por siempre.
Una vez me desenamoré.
Me encapriché con la idealización del amor, y que todo se transformaba en un loop gris.
Una vez me desenamoré.
Y lloré porque sabía que las cosas no iban a cambiar, así que me aferré fuerte por miedos impuestos.
Y cuando entendí que me desenamoré, dejé ir lo que sostuve a fuerza de pérdida.
Y después me enamoré de nuevo y entendí la rueda. Y sube brillar nuevamente. Y supe dejar ir en el momento justo.
Hoy me preparo para cuando me enamore y para perdonarme a tiempo por dejar de sentir.