Acá no se habla de sentimientos. Se hace caso omiso y oídos sordos a las palabras que abarquen estados de ánimo o sensibilidad alguna. Acá esas cosas no existen, acá se ignoran los deseos o los ojos brillantes. Acá se sigue de largo, se usan gríngolas, se mira para adelante y se rechaza lo que no importa.
Acá somos bien hablados, bien educados, bien aprendidos y sobre todo bien ignorantes cuando hablamos de lo que sentimos
Acá lo que importa es la lógica, los números y los datos duros. Lo que no se ve, lo que no es tangible, ni caso abordarlo. ¿Cómo vas a hablar de algo que no se puede tocar o cuantificar?
Acá somos todos fanáticos del movimiento y los sonidos. No dejamos que las banalidades ocupen nuestro tiempo; no dejamos que la ternura invada nuestro ser, por lo tanto, los términos invaden nuestro espacio. Cubos y cubos acumulados a nuestro alrededor, porque acá se buscan excusas anónimas para emprender caminos sin retorno.
Acá y solo acá se ven cielos grises sin pizcas de alumbramiento. Acá y solo acá la incertidumbre es nuestra sana costumbre y los “¿para qué?” nuestra vestimenta habitual. Acá y solo acá entendemos los significados inherentes del silencio. Acá las no palabras significativas están a la orden del día.
Acá visualizamos y descartamos lo inútil, acá lo inútil es lo real y lo que tiene peso. Acá lo inútil es lo mágico; trucos sin nombre para desaparecer en una ola de sospecha. Acá creamos personajes hipnóticos que guardan con recelo palabras cifradas.
Acá el miedo de sentir rige los tantos y se nos obliga a ignorar los llamados. Acá no jugamos a ser sensibles, acá jugamos a ser crueles, a desafiar las leyes de la naturaleza y a corrernos del papel de humano.
Acá y solo acá y durante un par de horas, nos desviamos de la normalidad de dos personas y nos sentamos a ser otros. Acá, hoy, mañana y ahora desoímos al otro y nos concentramos para que pasen los mundos.