Se rompieron de nuevo. Ahora volvió todo a cero. Esa necesidad de reconstrucción y recuperar la sonrisa otra vez.
Volvió todo a nulo. La felicidad de volver a verte y la necesidad de que desaparescas.
Fueron horas de mirarte de reojo. De recordarte de noche y de día, de recordar risas, charlas, confesiones.
Creo que no hay nada peor que esa sensación de saber que al final nos convertimos en extraños, de mirarse y olvidar convenientemente ciertas cosas.
Aguantar las ganas de tomarte de la mano, de caminar y reírse, de esperar un semáforo y robar un beso.
Aguantar las ganas de decir que estas hermoso, de pasar los dedos por tu pelo, de hacerte cosquillas.
Se me deshace el corazón de a poco y me hago bolita extrañando tus abrazos.
Aún a veces sigo esperando que algo cambie, que sea distinto, a veces tengo el deseo de no haber dicho ciertas cosas.
Después me levanto y recuerdo que lo que dije fue que me gustabas, que te extrañaba y que quería estar con vos. Recuerdo que vos decidiste que lo único que valía era lo que vos querías y que así yo no quería jugar.
Entonces recuerdo los dolores de los ojos fríos y me retiro.