Pandemia

Los otros días hablaba con alguien acerca del momento que estamos atravesando.

La pandemia, la cuarentena, un virus; de repente se vuelve todo surreal  y nos imaginamos en una película de ciencia ficción y no podemos creerlo. Lo vemos a Alberto y nos imaginamos a Morgan Freeman diciéndole al mundo que USA va a mandar un cohete y nos va a salvar a todos. Creo que está más que claro que USA no va a vencer ninguna pandemia, que los yanquis no son los salvadores de todo y que Trump está más preocupado en que sepamos que el virus vino de China que en ver que mierda hace con el sistema de salud de su país. Pero de eso no quería escribir.

Como dije anteriormente, los otros días tuve una charla con una persona sobre la cuarentena ¿Cuántas veces leímos sobre la peste bubónica o la fiebre amarilla o las miles de enfermedades por las que atravesó la humanidad? Crecí leyendo libros de todo tipo; en muchos de ellos se nombraban catástrofes mundiales que jamás nos imaginábamos que íbamos a vivir. Estar encerrados, prohibiendo contacto social, limitando los besos, los mates, los abrazos y esas cosas que el ser humano ansia la mayoría del tiempo.

Hoy nos toca vivenciar de cerca una como no somos inmunes. Hoy nos toca atravesar eso que leímos en libros, vimos en películas o escuchamos por algún radio teatro.

¿Cuántas veces escuchamos que hay que aprender a estar solos? ¿Será acaso que esta situación es una forma de demostrarnos que nacemos y morimos solos? Podríamos aplicar miles de teorías conspirativas acerca de los por qué; yo prefiero quedarme con los que voy aprendiendo: que extraño abrazos, que extraño estar tirada en una plaza, que extraño ver una sonrisa y saber que viene un beso, acurrucarme y sentir el calor de otro por la mañana, sorprender con facturas a una amiga y contarle de mi sueño anoche mientras compartimos un mate.

Hay un cliché que existe que dice que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Es tan cliché que me da retorcijones, pero sé que siempre dimos por sentado la posibilidad de saber que estábamos a un bondi o dos o quizás un subte también de distancia y hoy nuestra salvación son aplicaciones de celulares o pcs que nos permiten contactarnos.

Me quedo con saber que mi parte goma está aflorando cada vez más. Tal vez sean los años o el encierro.

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