Cinematografía

Estaba nerviosa. Ya no se ni como hacía para hacer que parezca que no me pasaba nada. Cada vez que lo veía era lo mismo. Hola. Hola. Como estas. Bleh, bleh, bleh. Creo que lo más difícil de la situación siempre fue hacerme la indiferente. El papel de fría no me sale. Siempre estuve convencida que en los ojos se nota todo. Absolutamente todo. Así que me pareció extraño que nunca comentara algo. Como si nada. Siempre nada. Siempre lo mismo.

A veces pienso que era algún tipo de juego extraño donde yo tiraba alguna indirecta y de la otra parte recibía cubos de hielo. Al principio era extraño. Al principio era estar pensando en que fallaba. Por ahí no era lo suficientemente clara; por ahí daba señales equivocadas; por ahí, por ahí. Con el tiempo me di cuenta que no era de mi lado. Con el tiempo entendí que efectivamente yo era la que ponía las cartas en la mesa, y del otro elegían, ¿sutilmente?, ignorarlas. Entonces fue que decidí jugar el juego que me presentaban. Si vos me ignoras, te ignoro. Si hacemos de cuenta que no vemos el elefante en la habitación, está bien, yo tampoco lo voy a ver. Aunque me cueste horrores no verlo. Aunque se que está ahí. Aunque saque todo el oxígeno del lugar. Listo, vamos a jugar que nadie lo ve.

Estaba nerviosa, como cada vez que pasaba lo mismo. Una cosa es marcar distancia, saber que uno puede controlar determinada situación alejándose, o simplemente poniendo objetos en el medio dando la ilusión de “acá no pasa nada, nada que ver, vamos vamos”. Estaba ansiosa, nerviosa y esas cosas, como cuando estabas en la primaria y te cambiaban de banco y te sentaban al lado del chico/a que te gustaba. Esa sensación de “mejor no respiro, no me muevo, no bostezo, nada de nada” porque el otro te iba a notar. Si te nota, el otro/a se va a dar cuenta que estás ahí. Pasar desapercibido/a a veces es la única arma que existe.

Entramos, nos ubicamos, nos sentamos y evalué la situación. Ok. ¿Este va a ser el clima durante las próximas dos horas? Me esperaban momentos inquietantes. No estoy descubriendo América cuando digo que ir a un lugar cerrado con la persona que te gusta es asfixiante, y cuando digo asfixiante me refiero a esa percepción constante del otro. Es un consecuente recordatorio de que el otro respira, escucha, está. Esta ahí.

Empiezan las publicidades, uno quiere comentar algo y la cercanía se achica. Y vos ahí pensando “que mierda estoy haciendo, a quien corno quiero engañar” y decís ajam ajam, y estás de acuerdo, porque verdaderamente estás de acuerdo con el comentario, y pensás “que empiece la película esto ya es demasiado”.

Empieza la película, y en cierto momento, transcurrida la primera mitad, la sala se hace más y más chica y el brazo más y más grande. Si me muevo, corro el riesgo de tocarlo, si lo toco se va a dar cuenta. No quiero que se de cuenta. O si. Mejor no. Mejor no me muevo. Que no me note. Que no se note. Ahora hay menos asientos que antes. No puedo correrme de butaca, no porque no haya, sino porque el espacio se redujo un setenta por ciento y no me puedo mover. Me sueno las manos, los dedos, los brazos, el cuello, la espalda. Necesito que no me falte el aire, pero el aire falta igual. Pasan diez minutos, que creía que eran horas. De repente se mueve el brazo. No es el mío. Y siento electricidad en el ambiente. Esta pesado, denso. Claramente es unilateral. Estoy segura que soy yo que estoy sobre analizando todo. Pero de verdad, hay electricidad y el ambiente está cargado. O yo estoy cargada. De palabras, de silencios, de incógnitas, de preguntas y estoy canalizando todo en un espacio, en una silla y en una alfombra.

En algún momento me auto convenzo de que tengo que prestar atención a la pantalla y pongo la mente en blanco, fijo los ojos y concentro mi interés en las imágenes. Al principio es inútil. Tengo la atención de una mosca de la fruta. Pero me repito mil veces que la atención es adelante. Con el pasar de los minutos logro controlar el cerebro y la visión y miro la película. Es interesante. Me gusta, me hace reír, me divierte, me interesa… y ahí paro. ¿De qué estoy hablando? ¿De quién estoy hablando? Vuelvo a concentrarme y logro desconectar los cables y miro la película.

Ahora la sala es más grande. Volvió al tamaño normal. Supongo que pude relajarme un momento. No siento presión en los hombros.

Termina la película y soy consciente de nuevo de la situación en la que estoy. La cercanía. Me levanto y corro a las escaleras. Bah, no corro, camino y bajo rápido. Necesito espacio. Necesito mi lugar. Necesito pensar, recomponerme.

No entiendo como no se da cuenta. No comprendo como no lo ve. Mi cuerpo estaba vociferando de una manera descomunal. Prácticamente me vendían las manos frías.

Me quedo ahí un minuto, sola, tratando de bajar, tratando de componerme. Cierro los ojos y trato de no frotarlos. Cierro los ojos y pienso en cosas feas, pienso en cosas que me molestan y así me calmo. Me calmo porque si levanto la cabeza va a ser demasiado obvio, como estar desnuda enfrente de millones de personas.

Camino, salgo, respiro aire fresco, sonrío y vuelvo a ser la otra de nuevo. La que no le importa, la que no ve, la que es indiferente. Y así sucesivamente. Así siempre. Porque el que muestra, pierde.

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