Bienvenida al país de las Rabas!

A donde habíamos quedado? Ah! Si! Viaje de 13 horas a Frankfurt. 

Bajé del avión totalmente exhausta. El vuelo más largo que había tenido hasta ese momento era de dos horas a Bariloche. Esta vez contaba con más tiempo para hacer la conexión, así que no hubo necesidad de ir corriendo y revoleando la carry-on. Lo que no me habían comentado, era que el aeropuerto de Frankfurt era muchísimo más grande que el de San Pablo, así que tardé un poco más. También tardaba porque con cada terminal que pasaba había un control. “Random Check” gritaban y me metían en un aparato onda la película “Contact” (si no la vieron, véanla, es un flash), que movía un circulo para todos lados, después tenía que abrirme de piernas (por favor, obvien los chistes, gracias!) y una mina me pasaba un papelito por el cuerpo en busca de explosivos (a esta altura, ya estaba convencida de que era terrorista). A la tercera vez en el mismo aeropuerto que me tocó un random check, ya no estaba yan dulce como la primera. Esta vez el escáner (a diferencia de la primera que había marcado de amarillo la zona de la cabeza) marco amarillo la zona del abdomen. Estaba vestida con un Jean y una remera de Star Wars, y la mina llamó a un tipo y en un inglés duro me preguntaron que tenía debajo de la remera. Cuando estoy molesta por algo, mi sarcasmo sale involuntariamente… el tema es que me hice la viva en un aeropuerto alemán, con gente que no es muy simpática. “Fat” les dije… me pareció un chiste INCREIBLE. Ellos no lo vieron de la misma manera ¬¬. Así que me estuvieron palpando un rato. Cuando vieron que solo era una pelotuda me dejaron ir para un lugar donde había muchos puestos y alemanes dejando pasar a la gente. Cuando fue mi turno, sucedió de la siguiente manera (voy a ponerlo en español, pero claramente el alemanote habló todo en inglés):

Yo: Hola, buenas tardes

Alemanote: Que venís a hacer a Alemania?

Yo: Nono, no vengo a Alemania, esta es una escala, voy a Madrid.

Alemanote: Ahh, Madrid? (le hace algo al pasaporte y me lo da) Suerte.

Y así pasé y me fui a esperar el avión que me llevaría a Madrid.

Antes de contar lo siguiente, necesito explicar algo. Para realizar este viaje, como buena virga de aeropuertos que soy, me había hecho una carpeta. Había leído en varios blogs de viajes que en Barajas solían deportar mucha gente. Yo, que soy sudaca, tuve miedo a la deportación en todos los aeropuertos por los que pasé. Y cuando digo todos, digo TODOS. Si, ya se, soy melodramática, pero viajaba sola a países de la EU que estaban teniendo atentados muy seguido. Mi carpetita, contenía información de TODOS los alojamientos donde me iba a hospedar, una carta de la empresa de donde trabajo, los vuelos, tickets de tren, resúmenes de tarjeta, todo. Todo organizado en una carpeta rosa con flores, re linda.

Volví a tener que esperar que la puerta de embarque se abriera (a todo esto ya había volado en 4 aviones en dos días… te regalo el humor que tenía. Cuando se abrió, nuevamente pasé a ocupar mi asiento y el vuelo pasó sin sobresaltos.

Cuando llegué a Barajas, estaba nerviosa. Mientras esperaba mis valijas, iba ensayando el discurso que le iba a hacer al señor de migraciones: vengo de Argentina a conocer Madrid, París y UK (no me deporte por favor), no vengo a quedarme a vivir acá (no me deporte por favor), tengo a mi familia allá (no me deporte por favor), tengo mi casa, mi trabajo (no me deporte por favor), y ya tengo todo pago (no me deporte por favor). Básicamente si eso no surtía efecto, planeaba ponerme a llorar. Llegaron mis valijas, y cuando me di cuenta, ya estaba en la salida… WTF?!?!?! Así que bien pelotuda como soy, fui a buscar un puesto de informes:

La pelotuda (o sea, yo): Hola, buenas tardes, disculpa que te moleste. Pero quería saber donde estaba el puesto de migraciones.

Señora de informes: (me mira con cara de “ esta pelotuda? Que onda”?) Ehm, no, acá no hay migraciones.

La pelotuda: Como que no? Para hacer todo el tema de entrada a la EU.

Señora de informes: De donde venís?

La pelotuda: De Frankfurt.

Señora de informes: Ah, no. Ya te hicieron migraciones allá.

Así que la carpetita con todo, me la hice un rollito y me la metí en el culo.

Averigüé como llegar al hotel donde iba a parar y me tomé el subte QUE SALE DEL AEROPUERTO. Eso me pasó en toda Europa… esa cosa de que esté todo preparado y que sea fácil para cualquiera moverse sin necesidad de gastar cientos de euros para tomarse un taxi.

Madrid no me sorprendió. Será quizás porque es muy parecida a Buenos Aires. Tiene ese hormiguero de gente en la Plaza Mayor o en la Plaza del sol (aprendí que ellos le dicen plaza a un lugar que tiene cemento y donde confluyen muchas calles). En realidad es un hormiguero por todos lados. La chica del Hostal donde me quedé, me aconsejó no llevar el pasaporte y no llevar mucha plata, ya que había una gran cantidad de carteristas. Le dije que no se preocupara… que venía entrenada de Argentina.

Si no fuera porque los españoles hablan con ese acento divino (baba), hubiese creído que estaba en Argentina. El tránsito es un desastre, la gente te lleva por delante, son muy gritones y chillones, pero también son muy divertidos. Claramente descendemos de ellos (igual me falta Italia, dicen que somos parecidos a los italianos).

Como buena argentina que soy, caminé un rato largo por las calles de Madrid, sin mapa, preguntando si quería ir a algún lugar en particular, sacando fotos, colgándome con los edificios viejos y la arquitectura (la arquitectura Europea es bellísima) y finalmente, parando a comer en el museo del Jamón (porque gorda, siempre) y tomándome una cerveza en un pub (quien dice una, dice un par… Amstel… Amstel como te amo)

Medio (bastante) alegre volví a mis aposentos, y me desmayé.

Ese día tocaba Paris, el vuelo número cinco en tres días. Lo que va a quedar por siempre en mi memoria de ese vuelo, no es el pibito que me toco al lado, la horrible atención o el despegue… lo que más me va a quedar de ese vuelo, fue una sensación que no había vivido jamás.

Sentada en la ventana, mientras el avión se preparaba para aterrizar, me di cuenta que se veía la ciudad de París. Mientras el avión bajaba, todo se acercaba más. Hasta que en un momento la Torre Eiffel apareció. Creo que fue en ese momento. Creo que fue ahí cuando me di cuenta donde estaba y que estaba haciendo. La vi a ella, tan alta, en el medio de una ciudad mítica, y mientras bajaba el avión, también me bajaban las fichas. Y ahí, al lado de una ventana, sobre un avión, me puse a llorar de la emoción.


PD. agrego fotos…

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