París es una ciudad complicada… No por la ciudad en si, si no más bien por las diferentes opiniones qué tiene la gente de ella. Es un Boca – River eterno.
Cuando empecé a planear el viaje, la idea era viajar solo por UK, recorrer la isla británica en toda su extensión y finalizar en Skye Island, pero cada vez que saltaba el tema del recorrido y lugares a conocer, aparecían los amantes y detractores de París: «Como que no vas a París? Estas loca?» vs «Ni vayas, es una ciudad sucia, y los franceses son unos ortivas mala onda «. Así siempre.
Como buena minitah qué soy, comencé a buscar información acerca de los atractivos de la Île-de-France: El Louvre, los Jardines de las Tullerias, Versalles, el Senna, las catacumbas, la historia de Los Luises, Maria Antonieta, la Opera Garnier, Los Jardines de Luxemburgo… SHAKESPEARE & CO (me vuelvo locaaaaaaa) y todo lo que se conoce turisticamente. Así fue que decidí acortar Uk y regalarle una semana a París.
Fui sin un gramo de expectativa. Solamente concentrada en las atracciones qué iba a ver. Segura de que los franceses me esperaban con puteadas, una mala disposición y pensando que era del ISIS o asociados.
Paris me recibió con los brazos abiertos. Sonrisas, buena onda, y sobre todo, mucha amabilidad. Creo que ayudó la onda qué puse de mi parte, siempre saludando, siempre simpática y dulce (una tiene que atajarse). Practicando durante bastante tiempo una frase en francés (vos que estas leyendo… No… No se hablar francés! Ya se que tengo pronunciación de India, pero bueh…) qué hiciera saber que estaba dispuesta a hablar otro idioma.
Desde que baje del avión hasta que llegue a mi hotel, lo único que recibí de los franceses fue ayuda. Ayuda con la valija, con instrucciones para el metro, las calles, todo. Tanto hombres como mujeres. Yo, que iba preparada para boxear con todo el mundo, me deshice en baba al escucharlos hablar. Toda mi vida estudiando inglés… Y ahí tenía una lengua latina qué se desarma en sensualidad y dulzura.
Arribé al hotel, hice el check in, acomodé mis cosas y decidí salir a recorrer. Eran las dos de la tarde, pleno verano, así que la luz me iba a dar tiempo para una pasadita. Como hacia calor, me puse un vestido, las ojotas (total solo iba a caminar un par de cuadras), agarré la cámara y me fui a investigar.
La opera estaba a unas diez cuadras, asi que allá fui. Saque fotos, me colgué mirando todo, absolutamente todo, mientras, obviamente, escuchaba música (tendría que crear la lista de temas que escuche en el viaje). Cuando llegue a la opera, luego de turistear, divisé otra avenida y allá fui. Vi en vivo y en directo marcas de ropa y accesorios de las que solo había leído, pase por un monumento que no conocía así que le pregunte a unos canas qué era (nota para las lectoras… Los canas en Europa están todos buenos! Y son re amables). Seguí caminando, me encontré con un lugar re top qué vendía macaroons, entré, pegué onda con la vendedora, me compre un par y me regalo otro par para que pruebe «cosas nuevas» (ahora me pregunto si no habrá sido una indirecta… en fin…). Seguí caminando. Llegue al Louvre, al jardín de las Tullerias, después la plaza de la Concordia, recorrí toda la extensión de la Champs Elysees… Todo esto con un vestido made in Foz y las ojotas que la perra no había llegado a romper (nota para los lectores: NI SE LES OCURRA CAMINAR TANTO EN OJOTAS! ahí entendí que siempre tenía que salir en zapatillas) . Pasaron horas. Horas caminando, viendo, descubriendo, llegando a ver todo lo que de chiquita veía en la tele y jamas pensé llegar a conocer.
París tiene algo raro. O por lo menos a mi me paso algo raro con esa ciudad. Desde el minuto cero me sentí a gusto. Nunca fuera de lugar (a pesa de no entender nada… Pero el francés es tan lindo… Banquen qué me seco la baba y vuelvo). París abraza. París ilumina hasta lo más opaco, París te susurra. Es una ciudad para perderse, para caminar sin mapa, para sentarse en un bar y tomar un café o una birra. París es la ciudad de las luces, la que nunca se apaga. La que enseña que de noche todo es más misterioso, más hermoso. Qué loco eso de ir a una ciudad con cero expectativa y encontrarte con amor a primera vista.
Tanto puede uno tardar en aprender a caminar y a ver? Pero ver propiamente. Tantas veces caminamos mirando hacia abajo, sin prestar atención. En la ciudad de las luces entendí que es ver.
A pesar de toda la belleza y el enamoramiento, no faltaron las bizzareadas. No señor. Porque de esas cosas uno no se escapa.
Un día, después de haber caminado durante horas, decidí que quería ir a tomar algo a la noche. Venía despertandome muy temprano y acostandome relativamente temprano. Donde estaba la juventú?!?! Así fue que pase por un local de ropa, me compre un vestido negro, unos zapatos negros (porque si… París es muy lindo, pero a mí del negro no me sacas), me maquille por primera vez en semanas y pisé la vereda. Me decidí por uno qué estaba a un par de cuadras del hotel. Para los standards de Europa, donde a las cinco de la tarde empiezan a chupar y a las once de la noche ya están todos destruidos, yo era una loca. Llegué, elegí una birra rara y me dispuse a disfrutar.
La tranquilidad no duro mucho. Al cabo de unos minutos, un flaco me preguntó (por las señas lo deduje, no porque entendiera lo que decía) si podía sentarse conmigo. «Haciendo amigos!!!» pensé feliz. Le avisé, en mi francés indio, que solo hablaba español e inglés, y así nos largamos a contarnos cosas (creo que nada ni nadie va a superar la manera en que los franceses pronuncian mi nombre…). Todo iba bien, el chabon era un poco (bastante) egocéntrico (nada a lo que no estuviera acostumbrada), pero gracioso e interesante. Lo que más me gustó, es que pensó que tenía 28 años (marry me darling!) =P. La cuestión es que charla va, charla viene…
Flaco: en realidad no soy francés, hace diez años que vivo acá.
Yo: a mira vos! Copado! De donde sos?
Flaco: Albanés.
En ese preciso instante FLASHIE TAKEN CON LIAM NEESON
Me vi secuestrada, llevada a un lugar de trata de blancas, drogada, atada a una cama… Hasta que recordé que a. No soy virgen b. Tengo 30 c. No soy flaca d. No soy linda, y recién ahí me calme (un poco nomás… Lo suficiente para no huir… YET)
La charla siguió sin sobresaltos hasta que…
Flaco: vos crees en Dios?
Yo: (why?!?!? Why me?!?!?) no, la verdad que no.
Flaco: como qué no? Deberías. Él es nuestro creador!
Yo: Ehmmmm
Y así fue como se largo en un never ending speech acerca de porque tenemos que creer en dios, en la virgen, qué él es el que nos da nuestra fuerza, nuestra inteligencia y bleh. Tuve más miedo de ser convertida a alguna religión qué en ser vendida a una asociación ilícita. Tomé mi abrigo, le dije que era tarde, y así partí a mi hotel (claramente tengo un radar para gente dañada, especial o rara… Algún día tengo que contar la historia de «muerte y destrucción»).
Di por finalizado mi día (después de la adrenalina que pasé, estaba muerta (?)), ya planeando lo que iba a venir…
Paris es eso que no esperas y llega… (Continuará… Ahre)