Ser vulnerable a las palabras y a los hechos no es una debilidad, es más bien una forma de encontrarle respuestas al mundo. Mientras más te cerras, mientras más intentas que no se note, más se hace visible.
Tener la valentía de aceptar las derrotas, tomarlas y transformarlas en ganancias, no es para todos. Tener la suficiente entereza para levantarte de miles de golpes no se lo banca cualquiera.
Leer y encontrarte en palabras tuyas es fácil, porque sos vos el que las escribe, el que las manipula, pero encontrarte en palabras de otros es maravilloso.
Se tiene la mala costumbre de pensar que lo de los demás no es valioso u oportuno, pero que más oportuno puede ser abrir un libro, un ensayo, un poema, leer una página y sentirte tocado, transfigurado por letras que no son tuyas y decir «mierda, soy eso».
Las palabras tienen significados. En mi depresión, Sábato y su descripción del porque uno no se suicida me salvó de cosas. En mi tristezas y agujeros negros, Storni me contuvo, Pizarnik le dió nombres a mis silencios, Girondo me dejó llorar, Borges me regaló alas y Platon me ayudó a encontrar el sentido al amor, entre otros. Así todo. Así la literatura. Así los libros. Así las palabras.
El lenguaje es un arma. Es un arma que si se sabe utilizar, que si se sabe manipular, puede dar vida o matar. Las no palabras también, porque llevan significados. Mientras la música cura, las palabras moldean. Ayer era un lápiz, hoy una computadora y la voz que no deja de resonar. Un renglón transforma mundos internos y externos. La palabra, las sílabas, la morfología mutan en verdades mientras uno trata de amoldarse a los hechos.
Que triste que es saber que a veces las palabras dichas o escritas no tienen consecuencia o peso.
Hoy le robo a Elizabeth Bishop el arte de la pluma. Hoy tomo un arte que ella tan bien sabe y lo hago mio. Porque el escritor, seas amateur o profesional, cuando publica, cuando muestra, cuando invita a leer, también invita a sumergirse en ese mundo efímero que dura la hoja. Aquel que escribe nos regala una parte. La brinda, la regala, la muestra para que algún día, aquel que se quede ciego de palabras, pueda encontrar en otra voz la respuesta a preguntas que no sabe.
Elizabeth Bishop – One Art
The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.
Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.
Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.
I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.
I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.
– Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.
—-
Un arte
El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.
Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.
Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.
Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.
Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.
Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.