Qué es lo que te lleva a buscar algo que deseas? Cuál es la fuerza que te impulsa cuando no tenés más fuerza perdida entre los ojos? Cuantas veces se puede lastimar la piel sin que queden cicatrices y marcas? Cuantas veces se puede caer y volver a levantarse?
Que innumerables son las veces que se juegan partidos de ajedrez con la mente, anticipándote a movimientos que nunca van a suceder. Es todo táctica y estrategia, imaginar situaciones imposibles que rozan lo absurdo y que jamás pasaran.
Cuan inacabable es el ser que habita en lo profundo, tirando números inalcanzables y modelos imposibles que guían estructuras de hielo y hiel.
Caminas en círculos, detrás de algo que sabes que se va a terminar, de algo que jamás empezó, de algo que jamás existió.
Ahí, en los confines de la sangre esta la respuesta que andas buscando, porque la primera llamada que tenés que escuchar es el instinto. Ese que reclama que te alejes, que te acerques, que huyas o confíes. Pregúntate donde está la grieta de la herida. Pregúntate donde está vacío, pregúntate si vale la pena el riesgo. En la sangre, en los vellos del brazo, en la sensación de escape. Ahí están las respuestas que buscas. Donde menos lo esperas y donde más cerca estas.
Te vas transformando en un animal. Vivís del instinto. Vivís de la monotonía y de lo básico que resuena en el ambiente. Te transformas en autómata. Seguís hilos invisibles para camuflarte, para que tu luz se apague.
Las mil caras que presentas, los deseos que no cumplís, las ansias que no llegan, te transforman en un ser gris. En un ser que no llega a ser algo pero tampoco desaparece.
Te buscas y buscas en otros lo que no conseguís. Anhelos imposibles que arañan desde adentro pidiendo salir. Y mientras ellos piden salir, decidís quedarte estático, quieto. Por un lado odias el dolor, por otro lo disfrutas, porque el dolor es lo que te hace saber que estas vivo.
Lloras hasta quedarte dormida, te sentís invisible, indivisible, inservible. Te sentas en lugares explicando la tiranías de tiempos pasados, tratando de dilucidar si fue bueno o malo, cuando la pregunta es otra. Sirvió? Fue inútil? Vamos por ahí conjeturando preguntas incorrectas, etiquetando todo a nuestro paso, con la esperanza de que los rótulos nos salven de entender si un sustantivo o un adjetivo nos puede salvar de un abismo o de un miedo. No preguntes que soy. Pregúntate que siento.
Incluí en el coctel la realidad. Desperta del letargo y mira alrededor. Incluí lo que deshechas, junta los papeles, crea origamis con las partes rotas. Porque lo roto es parte de ese todo del que huís.