La simpleza

Con los años, el tiempo, los tropezones y la experiencia, aprendí a confiar. Al contrario de lo que cualquiera pudiera creer, yo no aprendí a desconfiar del otro, sino que aprendí a confiar, a escuchar, a creer, siempre y cuando sintiera que el otro era sincero. No es fácil… es dificilisimo, es atemorizante y sobre todo, uno queda expuesto. Pero esa exposición, esa vulnerabilidad, te hace fuerte, porque por las noches podes dormir, porque sabes que día a día, lo das todo por la gente que tenes al lado y por la que crees que vale la pena.

Hace un tiempo, perdí a mi viejo. No fue la primera vez que perdí a alguien cercano, pero si a alguien tan directo.

Las muertes producen en uno efectos absolutamente aleatorios. Algunos lloran, otros hacen chistes, otros quedan en blanco. Hay tantas reacciones como personas en el mundo.

El tema con la muerte es que te expone a cosas que no pensaste antes o diste por hechas o simplemente no quisiste pensar.

A mi, la muerte de mi viejo me hizo replantearme millones de cosas. Que era lo que quería, como quería seguir, como quería vivir, y sobre todo, entender que somos un suspiro, que no tenemos absolutamente nada comprado y que cuando dejamos de existir, no nos llevamos nada. No voy a hablar desde el punto de vista religioso. Eso es personal de cada uno.

Cuando dejamos de respirar, no nos llevamos departamentos, casa, cuentas bancarias, efectivo. Lo único que sucede es lo que dejamos. Las experiencias, los anhelos, los recuerdos (buenos y/o malos), fotos, y por sobre todo, dejamos enseñanzas.

Las mías, fueron contradictorias, y con lo que me dejaron, hice lo que pude. Pero cuando él se fue entendí que lo importante es lo que uno siente, lo que dice, lo que expresa, comunica.

El día del circo, cuando estábamos todos al rededor del cajón, inconscientemente o quizás no, prometi no guardarme más nada.

Prometí decir siempre lo que sentía, jugarme por mi y por las personas que quiero, decir «te quiero» más seguido, y por sobre todo, confiar. Creer. Soltarme y salir de ese lugar de donde estaba. Decidí que hacer un caparazón no iba a solucionar nada.

No voy a mentir. Me rompieron el corazón muchas veces. Familiares, amigos, hombres. Pero cada vez que pasaba, yo creía más, porque la única forma de aprender, es equivocandose.

No me arrepiento de nada. Nunca me voy a arrepentir de las cosas que hice o dije, porque si pasó, y tomé la decisión de hacerlo, es porque en ese momento lo creí pertinente. Es porque sentí que ese era el momento justo.

No me duele haber jugado cartas y haber perdido. No me jode para nada, porque se que al final del día, voy a poder decir que lo di todo, no me guarde nada y que a pesar de eso, estoy tranquila.

Soy transparente. No tengo nada que ocultar. No tengo secretos que me condicionen. No tengo mentiras para inventar. Y por sobre todo no escondo lo que siento.

Otros quizás no puedan decir lo mismo. Otros quizás estén leyendo esto y cagandose de la risa, pensando lo divertido que es. Yo, por mi parte, les digo: si, puede ser que llore, un día, dos días, a lo mejor una semana, pero se me va a pasar y de eso, de la decepción, de la mentira y esas cosas, no se vuelve… Al menos yo no vuelvo.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s