“El negro es la ausencia de color. Es la nada misma” Me vivís diciendo… como si a mí me importaran las opiniones de alguien que combina sacos cuadriculados, camisas de leñador, pantalones turquesa y un sombrero de pana.
El negro es mi color, mi sello distintivo. En verano o en invierno el negro esta ahí. Pantalones, camisas, remeras, polleras largas o cortas, medias, sombreros. Todo es negro. Convengamos también que el negro es el color más fácil de combinar, no mintamos más.
El maquillaje también. Labios negros de noche, ojos negros de día. Es más fácil. No hay que pensar mucho, no hay que combinar, no hay que levantarse a la mañana pensando “¿el blanco combina con el verde?”.
Así que por eso al funeral voy de fucsia. Solo para cagarte la existencia, bah, más que existencia, para cagarte el protagonismo. ¿Queres que use colores? Bueno, te di el gusto. Pero te di el gusto en muerto, así por lo menos no me vas a poder decir: ¡Yo tenía razón! No sea cosa que después tenga que soportarte todo el tiempo vanagloriándote de que lo lograste. Es que en sí, lo lograste, usé color, pero para una ocasión en la que no me vas a poder ver y en cierto punto, reírme al lado del cajón.
No hay cosa que me reviente más que los velorios. Es un circo en su máxima expresión. Gente de todos lados que viene a tomar café y a aprovechar el servicio de lunch de la cochería. Gente que hace años que no ves y que aparecen todos juntos para conmemorar tu muerte. Para acordarse de lo bueno que sos, lo triste que es la vida sin vos, y lo injusto que es el mundo sin los aportes pelotudos que haces.
Café, coca, un sanguchito y un cuerpo violeta al lado, recordándome que la sangre se coagula, te hinchas y sos más frio que Ushuaia en temporada alta. Todo junto. Un circo romano en ejecución. Por eso me vestí de fucsia, pelotudo, para que no te vean a vos. Para que me vean a mí y toda la atención sea mía nada más. Para que no vean la descomposición y solo se acuerden de lo ridículo que sos.
Me puse fucsia porque en realidad ponerme un vestido negro me va a cagar la existencia. Voy a tener que dejar de usar negro para ir a la escuela (y dejar de ser la maestra de quinto grado que usa negro), a la facultad o a cualquier lado. Y vos y yo sabemos que el color lo dejo solo para ocasiones no casuales.
La cuestión es que a mí se me ocurre usar color y de repente se me pegan los boludos. Como ese amigo tuyo, ¿te acordás? Ese amigo que el día que me puse jean y zapatillas no me reconoció y me quiso contar “la verdad verdadera de la historia Argentina”.
Hoy no estas respirando y los colores me agobian. Se me vienen encima.
Pensar que el blanco era el color que más odias. Decís que es sinónimo de frialdad. Yo siempre te discuto que esta relacionado con la pureza, con el alma, y en ese momento te pones del culo, con los dedos en la boca, haciendo el ademán de vomitar, gritando “que eso es aún peor”.
Hoy te envuelve el blanco. La mantita de mierda esa, con voladitos y puntilla, que te pusieron sobre el cuerpo reventado, las paredes blancas con algún detalle en marrón, testigos de las sillas alrededor del cajón.
Para colmo de males, te consiguieron un cura… ¿Podes creerlo? ¡Un cura! Justo para vos que odias la religión, que decís que cada vez que entras a una iglesia, un cachorrito se muere.
Como te hubiese vestido de negro, todo negro, inclusive un gorro de lana negro, para ver si así te levantas de una puta vez y mandas a todos a la mierda, los echas a todos y los mandas a sus respectivas casas. ¿Cómo es que decis? “¿Ustedes no tienen nada mejor que hacer que llorar a un fiambre?”
No te extraño ni un poco. No te extraño nada. Y como no te extraño y no siento nada, me traje la guitarra para hacer ruido y que todos se quejen de mí y de lo desubicada que soy y que se vayan de una conchuda vez. Que se vayan todos. Que me dejen sola. Que nos dejen solos. Que nadie se entere.
¿Ves? ¿Ves lo que me haces hacer? Me puse un vestido fucsia, con brillos y no sos capaz de burlarte, de levantarte, de despertarte para decirme que se viene el apocalipsis.
Ayer, cuando estábamos hablando en la habitación, me dijiste que te queres ir con todo. Que queres fuegos artificiales, música disco, queres que ponga un cd de Arjona para amargarme la existencia, que no tengo que dejar que nadie llore porque para triste esta la vida, que lo mejor que se puede hacer es reírse en los velorios, como para equilibrar todo. Y acá están los payasos. Miralos. Usando negro. Con pañuelos blancos en la mano. Relojeando a la moza para ver si pueden hacer que les traiga un café y masitas. ¿A vos te parece todo esto? ¡Qué mierda te va a parecer si el que la está pasando bomba sos vos!
Soy yo la que la está pasando para el orto escuchando idioteses, conjeturas, falsas anécdotas. Sola. Me dejaste sola forro de mierda. Me dejaste y te fuiste a Jebus sabe dónde y me tengo que fumar todo esto.
No te extraño. No siento nada. Es como si fuera parte del decorado.
Todos estan esperando verme llorar, estan esperando verme al lado del cajón, agarrándote la mano, al grito de ¡Por qué me hiciste esto! ¡Chupala! Nunca va a pasar. Los dos sabemos el único que me vio y me va a ver llorar sos vos. Como ayer, cuando estaba al lado de la cama, pidiéndote que no me hagas meter en el cajón el pañuelo de Burberry, que ese pañuelo lo quiero yo. Hasta en eso sos un egoísta de mierda.
No te extraño. No siento nada. Y aun así, hace cinco horas que estoy sentada en el piso, en medio de un charco de agua que no sé de donde salió, mojando el fucsia que me regalaste la semana pasada.
No te extraño. No siento nada. Y aun así no puedo hablar