Hace mucho que no estaba de tan buen humor, feliz. ¿La razón? «Porque, no hay porque» decía la china del supermercadito. Pero hoy si hay un porque. Hoy fui al congreso con mis amigas. Que lindo fue estar ahí. Que lindo fue marchar por algo en lo que creo, por algo que defiendo como ser la libertad de elección sobre el cuerpo. Que lindo ver madres con hijas y con hijos marchando por lo mismo. Que lindo tener ideales. Ojalá que no se acabe nunca. Ojalá este sea solo el principio de hacernos escuchar. Se que hay muchos que dicen que esto es una pantalla, que esto es para tenernos distraídos, puede ser y seguramente sirva para eso, pero no quita que me emocione saber que formo parte de un colectivo de mujeres jóvenes que no se quedan más calladas, que no se quedan sentadas a esperar que las respeten. Formo parte de un colectivo de minas que tienen los ovarios gigantes, que pelean por lo que quieren, que se hacen respetar y se hacen valer. Eso es lo que me enorgullece.
Ahora bien, pasado este monólogo empalagoso de convicciones, quiero pasar a relatar un par de situaciones.
1- Increíble fue caminar por las calles maquilladas de verde con las chicas y que las mujeres se acerquen a preguntar si sabíamos como iba la votación o a alentar o a mostrar los símbolos verde que llevaban. Una bolsa de supermercado, una cinta en la mochila o en la cartera, un «¡que sea ley!». No sabía que era la sororidad o por lo menos no la había vivido y fue emocionante.
2- Estábamos en el congreso, cantando con las pibas cuando de repente a (literal) cinco metros nuestro un pibe prendió una bengala verde (este es el momento cuando me indigno y despotrico… que raro yo). Con Melisa nos indignamos y empezamos a hablar entre nosotras sobre que no habíamos aprendido nada como sociedad, que no habíamos aprendido de Cromagnon, que los ciento noventa y cuatro chicos y chicas que murieron en el boliche (más el pibe que murió en el recital de la Renga hace unos años) no habían servido para nada. Obviamente que no pude conmigo misma. Obviamente no pude con mi «escupo absolutamente todo lo que pienso» y con mi amiga nos acercamos a hablarle al flaco. Juro que fuimos super buena onda y dulces y le dijimos que no lo volviera a hacer, que no nos parecía correcto lo que estaba haciendo, que hacer eso en una marcha como esta era darles que hablar a aquellos que se llenan la boca hablando de que somos quilomberos o barderos. Obviamente saltó con una sarta de estupideces y terminó diciendo que era periodista de Telam y que nos quería hacer una nota. Hermoso momento donde lo boludeamos y se fue silbando bajito. Hombre tenía que ser que no entendió nada de la vida.
Más allá de lo que cada uno piense sobre la DESPENALIZACIÓN del aborto (lo pongo en mayúsculas porque muchos que andan pululando por ahí dicen que es una ley para abortar. No, no es así. Es la despenalización de un acto que no tendría que ser punible), no hay duda alguna que estamos en un momento bisagra. Un momento donde las mujeres no nos callamos más, donde tomamos las riendas de las cosas y nos hacemos cargo de todo. Hoy las mujeres somos las que vamos al frente, somos las que mantenemos la cabeza en alto y pedimos algo tan simple como que se nos respeten nuestros derechos y nuestras decisiones. No hay nada más bello que sentir que vamos por el camino correcto. Que vamos encaminadas.
Hablando con una amiga, que aclaro no es feminista en el sentido estricto de la palabra, me dijo que no sabía porque, pero que algunas situaciones que antes le pasaban por enfrente y no le molestaban, hoy si le jode y si se hace escuchar. ¿Será que la conciencia de hacerse valer va tomando cada vez más terreno?
El otro día alguien me dijo que el feminismo era una moda, entonces yo le digo a esa persona: que esta moda no se acabe nunca